Marxista, afroamericana, feminista, lesbiana y defensora de los Derechos Civiles en la Norteamérica revuelta de los 60: ¿Se podrían acumular más candidaturas a vivir peligrosamente? Pues todas ellas, y alguna más –como su pertenencia al Partido Comunista o su relación con los Panteras Negras- las acumuló esta profesora de filosofía llamada Angela Davis.
Nació en la localidad de Birmingham, Alabama, en el profundo sur más reaccionario, en enero de 1944. Por entonces aún estaban vigentes las conocidas como leyes Jim Crow, que perpetuaban la segregación racial en el sur de Estados Unidos. Sus padres, activistas a favor de los derechos civiles, eran profesores, y la familia vivía en un lugar llamado Colina Dinamita a causa de las numerosas viviendas de afroamericanos reventadas por el Ku Kux Klan. Angela inició sus estudios en la escuela segregada, pero gracias a una beca pudo marcharse a Nueva York, a un instituto privado en Greenwich Village. Allí comenzó a forjar su conciencia política de la mano del reverendo William Melisch, miembro de una organización de amistad americano-soviética y destacado integrante de la lista negra de MacCarthy.
Pronto se integró en la organización juvenil marxista Advance, participando en manifestaciones y sentadas de apoyo al movimiento de los derechos civiles. En 1962 obtuvo otra beca para estudiar francés en Massachusetts, lo que le lleva a descubrir a los existencialistas franceses, como Sartre o Camus. Aquel año consiguió costearse un viaje a Europa, visitando Londres, París, Suiza y Finlandia. Estando en Biarritz tuvo conocimiento del atroz atentado de la Iglesia Bautista de Birmingham en noviembre de 1963, donde cuatro niñas afroamericanas fueron asesinadas por la explosión de una bomba. Terminó sus estudios en París, donde conoció a Marcuse (que dirigiría su tesis doctoral) y Theodor Adorno. En 1965, y siguiendo el consejo del primero, se marcha a estudiar filosofía a Frankfurt. En Alemania contacta con grupos de agitación estudiantil y participa en marchas contra la intervención americana en Vietnam. Mientras, en Estados Unidos el movimiento de los derechos civiles se va radicalizando y Angela, frustrada por no poder participar en la nueva efervescencia militante, decide volver a su país.
En 1967 se une al partido de las Panteras Negras, y al año siguiente al Partido Comunista de Estados Unidos. Al mismo tiempo empezó a trabajar como catedrática de Filosofía en Los Angeles, puesto del que sería expulsada en 1970 cuando el FBI informó a sus jefes de su militancia comunista. Ese mismo año, Davis participaba activamente en una campaña para mejorar las condiciones de las cárceles, intersándose especialmente por el caso de dos presos afroamericanos de los Panteras Negras asesinados por un carcelero en California. La justicia determinó que se había tratado de un “homicidio justificable”. Cuando, al poco tiempo, un guarda de la misma prisión apareció muerto, se acusó a un preso vinculado a los fallecidos de un acto de venganza. Durante el juicio, un hermano del acusado irrumpió a golpe de metralleta y, tras tomar como rehén al juez, exigió la liberación de su hermano y otros dos reos. Su aventura terminó con un balazo. Un año después, su hermano acabaría también asesinado en San Quintín. Llevaba encima una 9 mms y Angela Davis fue acusada de habérsela procurado clandestinamente en la cárcel. Se dió a la fuga, entrando en la lista de criminales más buscados del FBI. Arrestada en Nueva York, acabó absuelta en el juicio, aunque el entonces Gobernador de California Ronald Reagan se encargó de que no pudiera dar clase en ninguna universidad estatal.
Davis se ganó entonces la vida como conferenciante hasta que pudo volver a la docencia en 1977. En 1979 visitó la Unión Soviética, donde recibió el Premio Lenin de la Paz e hizo un profesorado honorario en la Universidad de Moscú. Regresó de nuevo a la Universidad de California. En 1980 y 84 se presentó como candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos junto al candidato comunista Gus Hall. En 2006 fue galardonada con el premio Thomas Merton en reconocimiento a su lucha por la justicia social en Estados Unidos y todo el mundo.
entre media vanidad y media complaciencia
entre el salon y el frigo
el cielo nos hace fotos como si fuera un funeral
y la musica sigue
como la ley de la gravedad
rebotan los recuerdos, las miserias,las facturas,
los dedos que se olvidaron de hacer una lazada
rebota el paquete de tabaco
como si a veces todo tomara otra textura
otra cara,
otra manera de decir buenos dias.
mañana sera otro dia, si,
el ruido de una moto me asustara
camino al trabajo.
demasiados concentrados en la palma de nuestra mano
(y la mia huele a pescado y a carne cruda).
no tengo animos para volar,
he olvidado casi todo,
menos andar
o gatear
o arrastrarme.
llegara el momento en el que no me pondre triste
cuando piense en ti.
y llegara otro momento en el que se acabe esta historia
que no se adjetivar.
me doblo y me desdoblo
tantas veces como hagan falta,
me sobran los dias y me faltan
los saludos
y las caricias
y el sentirme deseado
y las ganas de comer.
no pierdo el tiempo
simplemente me aburro,
me aburro y me hago daño.
y creo que de todo esto no voy a aprender nada.
me estoy volviendo mas imbecil.
segundo a segundo,
con cada paso que doy en la calle,
con cada palabra que sale de mi boca.
pienso en todos y me acuerdo de nadie.
mi cerebro funciona, pero funciona mal.
tiene demasiada publicidad y casi ninguna ilusion.
busco una motivacion debajo de la cama
y se me pegan las pelusas en los tobillos.
ni trasciendo ni proyecto,
habito
ocupo un espacio en las aceras
mancho de ceniza el suelo,
el suelo por el que ando
o gateo
o me arrastro.
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